En pocos días, han salido a la luz casos de abusos relacionados con el ámbito de la educación, tanto formal como no formal.Esta mañana leía en "La Vanguardia" el caso del colegio Valdeluz,en el que un docente con 20 años de trayectoria, ha abusado de varias criaturas, con el conocimiento, parece ser, de la dirección y del jefe de estudios.
Como en la mayoría de los casos, la consternación de las famílias se expresa con un "pero si era un encanto...".Pues claro que era un encanto, joder,¿es que acaso hubieras confiado en él si hubiera sido un cardo borriquero?.
Necesitamos que la gente que lleva a cabo actos delictivos lo lleve escrito en la cara...pero en la mayoría de los casos, nada distingue a un abusador, a un maltratador,de otra persona que no lo es;o si:tanto el abusador como el maltratador suelen ser persona encantadoras(excepto para sus víctimas,o incluso para ellas hasta que se han ganado su confianza),personas sin tacha, sin mácula...
¿Significa eso que debamos desconfiar de toda aquella persona que se comporta de manera" intachable"?
.No.Significa que debemos aceptar, interioriorizar de una puñetera vez que para abusar de un niño,de una niña, de un/a adolescente, para maltratar a una mujer, antes hay que ganarse su cariño,su confianza ciega,su simpatía.Porque el perfil del abusador con cara de psicópata,violento desde el principio,desgradable, zafio...no es el que abusa de niños/as en los colegios, en los esplais, en los gimnasios, en la família...el perfil del abusador suele ser el de aquel tio dicharachero,siempre dispuesto a acompañar a su sobrina donde ella necesite,el extrovertido,el "guai"...aquel que, cuando se descubra el pastel,tendrá muchas posibilidades de convencer a quien sea de que es inocente.Y lo peor es que "quien sea" lo creerá.O lo justificará, o lo encubrirá.Porque es un encanto.
La víctima no.La víctima ya se ha ganado la fama de desagradable, de despegada/o, de rara/o...al fin y al cabo,igual se lo inventa todo, o lo exagera,o podría callarse para que todo el mundo continuase en su limbo particular,y no sacudir los cimientos de nuestras creencias más arraigadas.