Lo supe desde muy pronto;primero no tenía la sensación de ser diferente:para mi, embelesarme, con 7 u 8 años,ante la actriz de moda, era normal.Luego, fue una compañera de colegio,y más tarde llegó la primera "novieta".Aqui yo ya sabía que no era como la mayoría de las chicas que me rodeaban.A mi los chicos no me decían nada,yo bebía los vientos por ellas...
Mi madre se lo figuró enseguida y al fin, a los 17-18 años,se lo confesé.Lo primero que me dijo fue"eres mi hija y yo te querré seas como seas"...eso si,hablamos de hace más de 35 años, cuando la visibilidad lésbica y gay no estaba tan extendida...es cierto que me dijo si quería ir a un psicòlogo...(fui unos años más tarde,por un problema de ansiedad,y es cierto que el señor intentó convencerme de que yo era hetero...sin comentarios).
Actualmente( y desde hace muchos años) mi entorno vive mi orientación con total naturalidad,y si alguien tiene dificultades para aceptarlo con eso, no es mi problema...
Por eso hoy, al leer el suplemento "criatures" del periódico ARA,en el que salía un artículo explicando como han vivido los adolescentes la confesión de su homosexualidad ante sus padres,la rabia ,el cabreo, la impotencia, me han hecho presa.El caso de Marta, la chica de menos de 20 años que explicaba como su madre le dijo que "era antinatural" lo que estaba sintiendo por otra chica,me ha parecido muy fuerte a estas alturas.Y si tuviera a esa señora delante le diría que lo antinatural es su estupidez, su estrechez de miras, lo antinatural es que se castigue a alguien por AMAR,lo antinatural es que esa individua piense que es más normal que su hija únicamente porque forma parte de la mayoría(¿no ha oido hablar de la mierda y los mil millones de moscas, señora?),lo antinatural es que sea usted!!!! la que caiga en una depresión sin tener en cuenta hasta que punto su hija la necesita, lo antinatural, lo anormal, lo aberrante es que sea usted madre y se atreva, en pleno siglo XXI a cuestionar a una hija que sabe amar, que sabe aceptar que forma parte de una minoría a la que hay que respetar y ayudar a ser visible, que sigue mirándola a la cara aunque usted, señora mia, usted que nunca debió ser madre, no se lo merezca.